Soy la persona más mala del mundo. Al menos eso creo. De acuerdo, puede que esté equivocado. Pero de todas las personas que he conocido en mi vida y en mis viajes –y no son pocos- no hubo nunca ninguno peor que yo.
Soy malo de verdad. Tengo plena percepción de mi malevolencia y cada vez que la muestro lo hago conscientemente. No me dejo llevar por otros instintos más bajos. Odio, amargura, envidia, venganza, desprecio todas esas cosas. No las necesito para ser malo.
Mi maldad es pura. Primaria. Autoexistente. Despierta dentro de mí como el hambre al mediodía y el sueño tarde por la noche. No me la inspiran ni el ambiente ni los demás. Nunca me permitiría ser malo con los demás. Soy malo conmigo mismo. Puede que sean los demás los que la reciban pero -sinceramente- no odio ni a nadie ni le tengo antipatía a ninguno de ellos. Al contrario. A muchos de ellos los amo. Quizá a todos.
A algunos, claro, los quiero más. A ellos les dedico la mayor parte de mi maldad. Los más débiles sufren. Los más fuertes me la devuelven. Y el mundo continúa. Y la vida sigue.
No puedo saber si nací malo. No me acuerdo. Pero estoy seguro de que moriré así. Estoy de verdad orgulloso de mi maldad. Soy el hijo preferido. Mi creación más importante. La obra de una vida.
Antes, cuando era joven, intenté librarme de ella y cambiar. Por suerte pronto comprendí mi equívoco. No es posible que alguien esté enamorado y que sea buena persona.
Soy malo de verdad. Tengo plena percepción de mi malevolencia y cada vez que la muestro lo hago conscientemente. No me dejo llevar por otros instintos más bajos. Odio, amargura, envidia, venganza, desprecio todas esas cosas. No las necesito para ser malo.
Mi maldad es pura. Primaria. Autoexistente. Despierta dentro de mí como el hambre al mediodía y el sueño tarde por la noche. No me la inspiran ni el ambiente ni los demás. Nunca me permitiría ser malo con los demás. Soy malo conmigo mismo. Puede que sean los demás los que la reciban pero -sinceramente- no odio ni a nadie ni le tengo antipatía a ninguno de ellos. Al contrario. A muchos de ellos los amo. Quizá a todos.
A algunos, claro, los quiero más. A ellos les dedico la mayor parte de mi maldad. Los más débiles sufren. Los más fuertes me la devuelven. Y el mundo continúa. Y la vida sigue.
No puedo saber si nací malo. No me acuerdo. Pero estoy seguro de que moriré así. Estoy de verdad orgulloso de mi maldad. Soy el hijo preferido. Mi creación más importante. La obra de una vida.
Antes, cuando era joven, intenté librarme de ella y cambiar. Por suerte pronto comprendí mi equívoco. No es posible que alguien esté enamorado y que sea buena persona.
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